Tareas incompletas: cómo silenciar la culpa y proteger tu bienestar
“Hasta que no termine esta tarea, no me siento tranquilo.
Prefiero acabarla hoy, aunque tenga que saltarme el almuerzo y trabajar hasta la madrugada.”
Lo dijo un participante del Mastermind que acompaño para Efficacemente, durante un encuentro en Roma.
Pero podría haberlo dicho yo, hace unos años.
O tú, ayer por la mañana.
Porque esa frase tiene la elegancia de un principio moral, pero el veneno de una autopunición.
Y, admitámoslo, transpira solo agotamiento disfrazado de deber.
Algunas palabras la delatan:
“Tranquilo” no significa satisfecho. Significa: “Por fin puedo dejar de torturarme con esta tarea.”
“Prefiero terminarla hoy”. Pero ¿quién decidió que debe completarse hoy? ¿El jefe? ¿O esa parte de ti que solo se siente válida cuando tacha cosas de la lista?
Entonces, ¿cómo se silencia esa vocecita que nos convence de que hay que terminarlo todo, ya, y además con una sonrisa entre un bostezo y otro?
A mí me costó años y muchas noches de sueño sacrificadas en el altar de la productividad.
Hasta que entendí que esa voz no habla sola.
Detrás de sus frases hay dos trampas mentales, bien educadas y silenciosas, que operan en la sombra como expertas titiriteras.
Te las explico.
Y te comparto también dos acciones que, al menos a mí, me devolvieron unas cuantas horas de sueño… y varios almuerzos.
TRAMPA 1 – EL VALOR PERSONAL LIGADO A TERMINAR LAS COSAS
Desde pequeños aprendemos que quien termina todo, es bueno.
Termina el almuerzo
Termina los deberes
Termina los exámenes
Y sin darnos cuenta, llevamos este esquema también al trabajo:
Termino la tarea → me siento bien
No la termino → me siento culpable
No es el jefe quien nos lo exige.
Somos nosotros mismos quienes nos imponemos plazos masoquistas para sentirnos capaces y suficientes.
SOLUCIÓN
Pregúntate: “¿Este plazo es real? ¿Me lo pidió un jefe o un cliente? ¿O me lo impuse yo, por sentido del deber?”
Si puedes, negocia la fecha de entrega.
Renegociar es menos heroico que resistir hasta el final, pero mucho más sabio.
TRAMPA 2 – EL EFECTO ZEIGARNIK
En los años 20, la psicóloga Bluma Zeigarnik descubrió que las tareas incompletas se fijan en la memoria más que las terminadas.
Es el llamado efecto Zeigarnik: cada tarea abierta consume atención.
Como una ventana en el ordenador que queda abierta en segundo plano.
Por eso, incluso después de cenar, no logras relajarte de verdad: tu mente sigue trabajando.
SOLUCIÓN
Antes de empezar el día, define tu “suficiente” para hoy y cúmplelo con decisión.
Esta vez, sin negociarlo contigo mismo.
Cierra el día y regálate la tranquilidad de quien sabe poner límites, incluso cuando nadie se los ha pedido.
Así que, presta atención a cómo te hablas.
Porque no es la lista de tareas la que te dice si hiciste suficiente.
Es esa voz en tu cabeza.
Y puedes educarla: para que deje de juzgar y empiece a valorar lo que realmente importa.
Hasta el próximo sábado,
Silvia
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